Por Martha Zamarripa | Lunes, 04 De Enero Del 2021.
El gobierno mexicano, que desde su inicio ha enfrentado un complejo escenario, ingresa a su tercer año de ejercicio en el poder con expectativas por alcanzar y asuntos relevantes en la agenda -como la relación bilateral con Estados Unidos- y la batalla electoral de medio término por el Congreso que podría definir la segunda mitad del mandato del Presidente Andrés Manuel López Obrador-.
El mandatario, el primero en ser libremente electo sin la imposición del anterior régimen, desde su arribo fue sorprendido por infinidad de obstáculos: unos -como la pandemia y la crisis económica-, impredecibles; otros, como los creados por la oposición, fríamente calculados y hasta ahora, fracasados.
Los estragos que covid-19 provocó en contagios y decesos en la crisis sanitaria no han permitido saber hasta dónde alcanzará la consecuencia en perjuicio en la economía. A marchas forzadas se llevó a cabo una reconversión hospitalaria sin precedentes con equipamiento de hospitales, la conclusión de muchos dejados a medio terminar y la contratación de especialistas.
En todo ese proceso, la disgustada oposición no solo evadió su responsabilidad del estado de cosas, sino que utilizó la pandemia como arma política en contra del esfuerzo gubernamental. En la economía, como en salud, le endilgó los errores de sus gobiernos de décadas pasadas y pretendió ignorar que también la crisis económica es mundial.
El 20 de enero asumirá la presidencia de Estados Unidos el demócrata Joe Biden y se replanteará la relación con el vecino del norte. Aunque en la Cancillería hubo modificaciones -desapareció la Subsecretaria de América del Norte; hubo cambio de titular en la prioritaria Embajada de México en Washington y relevo en la Subsecretaría de Relaciones Exteriores-, es de esperarse que el gobierno de México continúe con sus mismos principios de política exterior. Como desde el inicio del sexenio, es prioritario mantener relación de cercanía y cooperación como la que se tejió en tiempos de Donald Trump.
Pero en política interior serán definitorios los resultados de las próximas elecciones de este año. Muchos intereses económicos, y también políticos, están en juego y serán defendidos con el poder del dinero. La oposición desaprovechó las oportunidades a su alcance para lidiar con el cambio de régimen. Equipado con su renacida alianza del Pacto por México de 2013 (que en 2020 recordó la derrota de esos aliados) se presenta en 2021 con el objetivo de arrebatarle a Morena la indispensable mayoría para su regreso al poder perdido.
Las encuestas no reflejan que en estos dos años hayan avanzado. Peor todavía: de estos tres partidos aliados al menos el PRD -y otros más-, en caso de perder su registro en 2021, estarían imposibilitados de presentarse a las elecciones de 2024. Ninguno de los socios (PRI, PAN y PRD) hizo la necesaria tarea para entender las causas de su derrota. Si no comprenden lo que los ciudadanos expresaron, es difícil que puedan quedarse con el Congreso para la «guerra final» del 2024. Pero nada debe descartarse.
Los pactistas no están confiados en sus capacidades sino en las debilidades de Morena. Dependen de los errores ajenos, no de aciertos propios. Están, además, subordinados al dinero de los intereses que los patrocinan. No tienen propuesta política que justifique el cambio en el legislativo, excepto que, según ellos, «van a sacar a AMLO de Palacio Nacional». Su estrategia es infundir miedo en simpatizantes de derecha para que voten por ellos: esa extraña amalgama política tricolor, blanquiazul y amarilla que los “salvará” de quien les han hecho creer es su enemigo.
No mejorarán la economía, ni resolverán la inseguridad, ni apoyarán a sectores vulnerables, tampoco habrá crecimiento. Pese a todo, pretenden sustituir a quienes están arreglando su desastre.
Los intereses económicos y políticos afectados con el cambio de régimen se valen de esas tres fuerzas políticas para que les allanen el camino en 2021, en espera de que en 2024 concluya el proyecto de López Obrador. A los seguidores de Frena que dicen: “queremos que López se vaya en 2021”, no les explicaron que lo que buscan sus organizadores este año es definir quién se queda con la parte del poder que está en las Cámaras para que, a fines del sexenio, desaparezca el proyecto votado dos años atrás.
Los próximos comicios del seis de junio podrían modificar la segunda mitad de la presidencia de AMLO que ha gobernado con una cómoda mayoría a través de Morena en ambas cámaras.
Por ahora, los mexicanos están más interesados en la vacuna -incluso algunos “metiéndose en la fila” cuando no era su turno-, que en las elecciones. No es el caso de los intereses desplazados que no pueden permitirse una segunda derrota como la de 2018.
En juego está la elección de 500 diputados federales, que como en los viejos tiempos PRI-PAN, tendrá el respaldo de sus gobernadores para controlar la elección en sus entidades; 15 gubernaturas; 1,063 diputados de congresos locales y 1,926 ayuntamientos en 30 estados. Del resultado depende todo. Se reduce a cuánto poder le pueden quitar dentro de seis meses a López Obrador. Significa la posibilidad de regreso, que implicaría mantener la injusta desigualdad, la ilegal evasión de impuestos, desmantelar de la industria energética y de electricidad, reinstaurar gasolinazos, ‘imponer’ fraudes, ‘exonerar’ presidentes con fuero, quitar apoyos sociales y mantener el contubernio entre poder económico y político. En resumen: el regreso de la corrupción que aún existe, pero que hoy se combate.
Como en 2018, este año los resultados los decidirá la gente que votó por el cambio. En su mano está defenderlo. Acción Nacional no logró quedarse en el poder más allá de dos sexenios porque no cambiaron nada; reeditaron al PRI. Ojalá no sea ese el destino de Morena.
Las elecciones intermedias han sido siempre menos importantes porque no se elige Presidente y los poderes fácticos tenían todo bajo control. Esta vez es diferente. No se elige Presidente pero se definirá si el proyecto obradorista continúa o termina en 2024. El primer escollo es 2021. Los electores decidirán si lo apoyan o prefieren traer de regreso a esos intereses que hundieron a México. El elector tiene la última palabra.
Por Martha Zamarripa | Lunes, 04 De Enero Del 2021.