Ser mujer política en tiempos pandémicos

Columna de la Diputada Federal por Sonora, Wendy Briceño Zuloaga.

Mucho se ha escrito sobre las políticas públicas y legislaciones implementadas por mujeres en puestos clave de toma de decisiones a nivel mundial.

Tenemos casos admirables como el de la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, la más joven en la historia de su país en tener esa responsabilidad pública, nación que logró mitigar la pandemia en su territorio y contar con un bajo número de decesos por causa del Covid-19.

Mismo caso de Taiwán, donde la presidenta Tsai Ing-wen con un sentido visionario, accionó de manera estratégica desde enero de este año las primeras medidas sanitarias, con resultados muy favorables para la población.

No podemos hacer a un lado los casos en América Latina, como el de Claudia López, primera alcaldesa abiertamente lesbiana y feminista de Bogotá, Colombia, recién llegada al gobierno, y quien con absoluta franqueza comparte datos en sus redes —sin caricaturizar el cargo que ostenta—; acompaña sus mensajes claros con acciones cotidianas para ayudar a sus gobernados a mitigar el problema, con videos sencillos, y con la apertura para que la población sienta confianza en sus instituciones. Coincido con ella sobre aprender a configurar nuevas normalidades sociales, económicas y culturales en las ciudades, entendiendo sus dinámicas.

Por su parte, Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de la capital mexicana, no sólo es científica de profesión, sino que entiende, desde la izquierda, las particularidades de una urbe como la Ciudad de México, y ha logrado mantener a flote una ciudad que nunca descansa, en la cual además residen los poderes de la unión, labor nada sencilla. Día a día, ella informa sobre las acciones coordinadas desde su gobierno, con sus alcaldías y el área metropolitana.

Hemos atestiguado desde el espacio legislativo, dando seguimiento preciso a las acciones que el Gobierno de México comunica a través de las conferencias oficiales, que no sólo la emergencia sanitaria ocupa la agenda nacional actual. También mantenemos problemas estructurales como la violencia feminicida y la violencia política de género, el trabajo de cuidados y crianza, las oportunidades de emprendimiento, entre otras; en toda esta agenda hemos reforzado acciones interinstitucionales con las dependencias para también bajar esta curva de desigualdad por género.

Olga Sánchez Cordero, Nadine Gasman, Luisa Alcalde, Karla Berdichevsky, Ana Lucía de la Garza y cientos de mujeres desde distintos ámbitos del Gobierno, van trabajando en dos pistas: la propia de la contingencia sanitaria, y la que involucra los problemas respecto a la vida, bienestar y seguridad para todas.

Desde nuestro ámbito de competencia, diputadas federales y senadoras hemos apoyado puntos de acuerdo, avanzado en la articulación legislativa, refrendado nuestro compromiso con la ciudadanía de que estamos aquí, con ellos y ellas dando confianza y respaldo desde las instituciones que representamos. Es por ello que hemos levantado la voz para preservar los presupuestos de los programas para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, asentados en el Anexo 13 del PEF, y hemos dado continuidad a la progresividad de los derechos de las mujeres. Y claro, hemos regresado una y otra vez a los territorios a escuchar y recoger las demandas ciudadanas.

Esto, por supuesto que no escapa al golpeteo político, pues al patriarcado siempre le resulta más fácil arrojarnos a pelear que a cuestionarse, deconstruirse y transformarse; pero poco a poco vamos dejando a este enemigo —tan intangible como absolutamente presente— cada vez más derrotado.

No seremos nosotras, las otras, las que no cabemos en sus pequeñas cajas de consideraciones por nuestra agenda, quienes perderemos tiempo en sus descalificaciones o en sus imaginarias tormentas tuiteras. La vida de las mujeres requiere que actuemos cada vez más rápido, y ante eso nada nos va a detener.

Y en caso de que se nos ataque por ser mujeres, como hemos previsto, debo decir que ya trabajamos muy duro por la tipificación de este tipo de delito: violencia política contra las mujeres en razón de género. Así que quienes atenten contra las mujeres que habitamos el espacio político-público tendrán el castigo que la ley marca.

Para quienes participamos en un proyecto construido desde hace muchos años, del que con muchos pasos en terracería hemos salido victoriosas-os en esta 4T, sabemos que la guerra de tuits y los cañonazos de columnas periodísticas a modo no ganan adeptos, ni generan simpatías y menos nos hará ganar elecciones (los bots no votan); es el consuelo de quienes sólo buscan distraer o construir rivalidades en lugar de resultados.

El cambio verdadero está en las calles, rancherías, en las comunidades; y celebro que, aún en estos tiempos difíciles, el trabajo de las mujeres políticas hará una clara diferencia y permeará lo más profundo y soterrado del machismo y la misoginia.

Fuente: El Sol de Hermosillo

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